El día del aniversario de su nacimiento al
cielo, una placa expresa la cercanía de la Ciudad a los ideales de la
Fundadora del Movimiento de los Focolares. El mensaje de María Voce.

La ceremonia de develación de la placa tuvo lugar delante de una pequeña multitud el 14 de marzo, con ocasión del quinto aniversario del nacimiento al cielo de la Fundadora de los Focolares, quien no vivía lejos de allí cuando el Movimiento daba sus primeros pasos en la Capital; a esta circunstancia se refiere la Presidente Maria Voce: “Bella (…) la elección de esta barriada donde, por 15 años Chiara vivió momentos de mucha luz – mientras se definían las líneas y la fisionomía de una Obra de Dios – y momentos de mucho dolor- mientras la Iglesia estudiaba y evaluaba el Movimiento”.

Esta relación con la ciudad de Roma fue sellada con la entrega de la Ciudadanía Honoraria a la Fundadora de los Focolares el 22 de enero de 2000, día de su octogésimo aniversario de su cumpleaños; en esa ocasión, recordó María Voce, Chiara expresó toda su “pasión y compromiso de dedicarse más y mejor a la Ciudad Eterna, esta ciudad única, símbolo de la unidad y la universalidad, para que corresponda a su vocación”. Un compromiso profundo y concreto en la cotidianidad de cada uno.
“En el mensaje de Chiara Lubich –prosigue la Presidente- encontramos pistas interesantes que ella toma del Evangelio: el amor vivido es la fuerza propulsora de la historia, pero es necesario “saber amar” según ese arte exigente y comprometedor que ama a todos, es el primero en amar, se hace uno con el otro, sabe perdonar… Y esto empezando con quien nos rodea: en la familia, en el condominio, en el barrio, por la calle, en los lugares de estudio, de trabajo, de reunión, incluso en el Parlamento, y también en la estación del metro, continua encrucijada de personas, símbolo del anonimato”.

Al agradecer al Alcalde Alemanno, a la Administración capitalina y a todos los participantes por la linda iniciativa, María Voce auguró que de la misma surja “la inspiración para vivir por doquier la vocación plenamente humana y plenamente espiritual de esta amada ciudad de Roma, y encender en ella pequeños fuegos de luz, de esperanza, para el bien de todos”.
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