martes, 29 de enero de 2013

Una bonita canción muy real

Imagen de María Madre en la capilla del Colegio Carmelitas de Jaén


Siempre que digo madre
voy diciendo tu nombre,
siempre que pido ayuda
te estoy llamando a ti,
siempre que siento gozo
es que en ti estoy pensando.
Con tu nombre en los labios
me acostumbro a dormir. (Bis) 
Siempre que digo madre
es que digo María,
siempre que digo madre,
voy cantando tu amor.
Digo tu nombre y nombro
a mi mejor amiga,
María, madre mía
y madre del Señor. (Bis) 
Siempre que yo te canto
es mi canto esperanza;
siempre que yo te rezo
es himno mi oración;
siempre que yo te hablo
es mi voz alabanza;
y tu nombre yo llevo
siempre en mi corazón. (Bis) 
Siempre que tengo dudas
en ti encuentro certeza;
siempre que tengo miedo
eres tú mi valor;
siempre en mis desalientos
eres tú mi confianza;
y tu nombre yo invoco
como ayuda y favor. (Bis) 



domingo, 20 de enero de 2013

Semana de la oracion por la unidad de los cristianos

 
Como cada año, del 18 al 25 de enero en el hemisferio norte se celebra la Semana de oración por la unidad de los cristianos.

Este año el texto ha sido elaborado por los miembros del Movimiento Estudiantil Cristiano de la India -al que adhieren diez mil universitarios-, los de la Federación Universitaria Católica de toda la India y el Consejo Nacional de las Iglesias en la India de universitarios católicos de India. El lema elegido es del profeta Miqueas: “Lo que el Señor exige de nosotros” (cfr. 6, 6-8).

En todo el mundo los pertenecientes al Movimiento de los Focolares preparan y participan activamente en la Semana de oración.

Este año, además del habitual comentario de la Palabra de Vida, en sintonía con el lema de este año, proponemos una oración espontánea pronunciada por Chiara Lubich el 28 de octubre de 2002. Fue durante su visita al Consejo Ecuménico de las Iglesias en Ginebra (Suiza):

 
“Jesús, estamos aquí (…) para pedirte ante todo una cosa grande ¡Señor!

Tú que has dicho: “Donde dos o más están reunidos en mi nombre [en mi amor], yo estoy en medio de ellos” (Mt 18,20), provoca en todos nosotros un gran respeto fraterno, una profunda escucha recíproca, enciende ese amor recíproco que permita, más aún, que merezca tu presencia espiritual en medio de nosotros. Porque, lo sabemos, Señor, sin ti no podemos hacer nada.

Pero, contigo en medio nuestro, podremos recibir la iluminación con tu luz, y podemos ser guiados durante este día (…).

Tú conoces (…) la llamada única aunque distinta, que cae sobre nosotros: trabajar, junto con otros muchos en el mundo cristiano, para que la comunión plena y visible entre las Iglesias se haga un día realidad. Sabemos que esto exige casi un milagro. Por eso te necesitamos a Ti, Jesús.

Nosotros por nuestra parte (…) no podemos dejar de abrirte nuestro corazón y desvelarte los sentimientos más profundos.

Sobre todo sentimos la necesidad de pedirte perdón, en nombre nuestro, y en el de nuestras hermanas y hermanos cristianos de todos los tiempos, perdón por haber roto sin consideración tu túnica y haberla convertido en tantos pedazos: y por la indiferencia de haberla mantenido así. Al mismo tiempo no podemos dejar de alimentar una ardiente esperanza en tu misericordia, mucho mayor que nuestro pecado, y capaz no sólo de perdonar sino de olvidar. De la misma manera no podemos negar una fe grande en tu inmenso amor, que sabe sacar bien de todos los males, si se cree en Ti y se te ama.

Todo esto nos quema en nuestro corazón, en este momento, Jesús, junto con el agradecimiento por todo lo que, con tu gracia, desde hace casi un siglo, los cristianos de muchas Iglesias, empujados por el Espíritu Santo, han hecho para un acercamiento recíproco mediante un diálogo de amor fecundo, un intenso trabajo teológico y una sensibilización general del pueblo por la necesidad de la unidad.

Por ello, – déjanos decírtelo, Señor – si bien ante la siempre viva y dolorosa situación de la todavía no plena comunión, sentimos ese optimismo cristiano que tu infinito Amor no puede dejar de provocar. De esta manera empezamos nuestro trabajo con la seguridad de que Tú, que sabes vencer al mundo, sabrás también ayudarnos y ayudarte a que un día mostremos Tu testamento realizado aquí en la tierra. Todo ello, por haber alcanzado la unidad, podrá dar testimonio al mundo de que Tú eres Rey y Señor de los corazones y de los pueblos. Amén”.