viernes, 24 de enero de 2014

Y Conchita se fue.

13 de mayo de 1932 – 11 de diciembre de 2013
Conchita siempre se sintió orgullosa de su tierra natal, Granada. Aunque también supo hacerse ciudadana del mundo. A lo largo de su vida y en cada ocasión que se le presentaba, estaba dispuesta y preparada para acoger y dar cariño a todos, para establecer relaciones siempre nuevas.
Con 35 años conoció el Movimiento de los Focolares, un momento que ella calificaría de decisivo en su vida; una vida vivida con pasión en la que sería su vocación: la de voluntaria. Así era Conchita, vivía con una enorme libertad por todos los que tenía a su alrededor y de manera especial, por los más pobres, ya fuera material o espiritualmente.
Hace años le presentaron una familia compuesta por una madre y sus tres niños, a punto de tener el cuarto. Comenzó así una historia de amistad profunda; cuánto luchó por ellos, cuántos momentos a su lado frente a tantas dificultades de todo tipo; removió todo lo que pudo hasta conseguirle un piso de protección oficial, una casa digna donde pudieran vivir. Un amor que no se limitó a lo material sino también a acompañarles y a cuidar de su alma,  hasta el punto que esta señora fue una de las últimas que habló con Conchita y que la echa de menos como a una madre.
Siempre con el fin de ayudar, estudió la carrera de psicología y sexología. De esta manera, pudo asesorar a muchas parejas, ayudando a algunas madres que dudaban si seguir adelante o no con su embarazo, para llegar a dar a luz a sus hijos. También introdujo en España al matrimonio Billings, promotores del método natural de fertilidad que lleva su nombre; e hizo que en el ministerio en el que trabajaba se abriera una guardería para los bebés de los funcionarios. También fue pionera y responsable durante muchos años del Movimiento Humanidad Nueva.
Fue muy valiente en todas sus decisiones y se sentía movida por la voluntad de Dios, como dice la frase del Evangelio que ella consideraba el lema de su vida: “La voluntad de Dios me ha enviado aquí”. Participó en el Foro sobre Población y Desarrollo en El Cairo, en el de Pekín sobre “La mujer en el año 2000”, en el de la F.A.O. en Roma sobre el hambre en el mundo.
Junto a otras personas, ya en los años 70 empezó a tramitar la compra de un terreno que años después se convertiría en el Centro Mariápolis Luminosa. Años después, y cuando ya se había construido una parte del mismo, Conchita no dudó en vender su casa de Madrid para trasladarse a vivir cerca. Lo hizo junto a Loli Cazorla, para dar testimonio de la vida con Jesús en medio. En 2002, cuando Chiara Lubich visitó España, se alojó en su casa.
El último período de su vida, con la enfermedad que le impedía cualquier actividad,  transparentaba su amor a Jesús Abandonado, su amor a cada uno que la visitaban; ofrecía su sonrisa, como alguien ha escrito: su total adhesión a la voluntad de Dios.