viernes, 22 de abril de 2011

Viernes Santo

Viernes Santo. Un solo nombre: Jesús abandonado.
… Lo había dado todo: una vida al lado de María, con incomodidades y en plena obediencia. Tres años de predicación, tres horas en la cruz, desde la cual perdona a sus verdugos, abre el Paraíso al ladrón y nos entrega a su Madre. Sólo le quedaba la divinidad.
Su unión con el Padre, su dulcísima e inefable unión con Él −que lo había hecho tan potente en la tierra, como Hijo de Dios que era, y tan grandioso en la cruz−, este sentimiento de la presencia de Dios debía ir desapareciendo en el fondo de su alma, hasta no sentirlo más; separarlo en cierto modo de Aquel con el cual Él había dicho que era uno. Y grita: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27, 46).

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