Hoy celebramos
el día San José y también por ello a todos los padres de familia. Yo hoy he
recordado algo del mío. Y después de muchos años, he comprendido un aspecto
nuevo de él.
Cuando yo era
pequeña, y después adolescente, aun el colegio era con jornada partida. Yo
volvía a casa, comía y después volvía al colegio saliendo de casa a las 15.15
h. para llegar al colegio y empezar las clases a las 15.30. Y cuando yo me iba para el colegio, ya había
llegado papá a casa.
Cerca del
colegio, había un Kiosco-Bar en el que siempre veía a los compañeros de mi
padre, algunos de ellos padres de mis amigas, tomándose una cañita o un vinito.
Nunca entendía porque papá no estaba allí. ¿Saldría antes del trabajo? Un día
se lo pregunté y me dijo que no le gustaba entretenerse al salir del trabajo,
que le gustaba llegar a casa pronto.
Seguramente
había calculado lo que costaba este pequeño detalle diario de las cañas y no
podía mantenérselo. El tenía 6 hijos que atender y mamá no trabajaba fuera de
casa.
Pero hoy, de
repente, he comprendido algo más. Papá venía pronto a casa no sólo por su gusto
o economía. Llegaba pronto porque así recibía dos besos míos: al llegar él y al
irme yo. Y es que los besos a un padre son algo especial. ¡¡Cuánto echo de
menos poder dárselos!! Por eso hoy agradezco mucho el haberme facilitado
durante tantos años el que yo se los diera a diario con su llegada a casa a
tiempo. Estos pequeños detalles, son los que convierten a un hombre en un gran padre. Y sin duda él mío lo fue. Gracias papá.
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