Después de una semanita soñando
con la comida del sábado 29 de septiembre, y más de 7 horas de viaje, por fin
encontré a mis compañeras de colegio. ¡¡Qué alegría más grande!!
Poco a poco íbamos llegando al
restaurante, ¡Eloísa, Esther, Paula, Carmen, Mercedes, Marola, Teresa… y muchas
más!! Cuando otras iban llegando, nuestro corazón iba rebosando de alegría.
Todo al detalle, hasta la
pegatina con el nombre para ayudar a las neuronas
a recordar.
Colegio Carmelitas Jaén |
La emoción nos embriagaba a
todas; la sonrisa, la alegría brotaba por doquier.
Fue un momento mágico, cargado de nostalgia que nos devolvía a muchísimos años atrás. Había pasando el tiempo, y el deseo del reencuentro estaba latente en cada una. Pero no llegaba el momento. ¿Los 25 años? Pasaron y no hubo comida. El calendario de la pared lo cambiaba cada año con un suspiro: “tampoco este año ha sido”. Cuando parecía que nunca volvería a ver a mis amigas de estudios, una llamada inesperada me resucita la ilusión: nos vemos el 29 de septiembre para comer en Jaén. ¡¡Bendita llamada, bendita fecha: Los Arcángeles del Cielo!! Seguramente esta era la fecha indicada y no otra.
Fue un momento mágico, cargado de nostalgia que nos devolvía a muchísimos años atrás. Había pasando el tiempo, y el deseo del reencuentro estaba latente en cada una. Pero no llegaba el momento. ¿Los 25 años? Pasaron y no hubo comida. El calendario de la pared lo cambiaba cada año con un suspiro: “tampoco este año ha sido”. Cuando parecía que nunca volvería a ver a mis amigas de estudios, una llamada inesperada me resucita la ilusión: nos vemos el 29 de septiembre para comer en Jaén. ¡¡Bendita llamada, bendita fecha: Los Arcángeles del Cielo!! Seguramente esta era la fecha indicada y no otra.
Fue una tarde preciosa,
maravillosa, llena de momentos especiales, de recuerdos, de puesta al día.
Todas estábamos radiantes, guapísimas, con la belleza de una madurez forjada
por el tiempo. Habían pasado más 32 años.
No faltó la lluvia, pero no
ensombreció para nada nuestra fiesta. Al contrario, el agua nos obligó a
resguardarnos y estar más “juntitas” y compartir tantas cosas que contarnos.
No parábamos de hablar,
sorprendiendo incluso al camarero que no nos veía comer. Todo estaba muy rico,
exquisito, pero nuestra hambre era de otro tipo. Un hambre que había que saciar
compartiendo sentimientos, noticias, recuerdos que se habían acumulado y brotaban
sin parar.
Así fue pasando el rato, las
horas, y casi el día. Apenas media hora quedaba para terminar el 29 de
septiembre cuando me despedía de Lourdes. Bajábamos paseando por el paseo de la
estación, cómo tantas tardes a lo largo de nuestros años escolares. Y al igual
que entonces, no queríamos separarnos. Antes sabíamos que al día siguiente
volveríamos a vernos en clase. Esa noche, las dos sabíamos que al día siguiente
volveríamos a nuestras ciudades, pero con la alegría de encontrar un tesoro que
estaba escondido. El tesoro de la verdadera amistad que se había construido a
lo largo de unos años y que estaba ahí, esperando a sacarlo para mostrarlo a
todos.
Al volver a casa todos han notado
que hemos abierto este tesoro y nos han visto muchos más felices, con un toque
especial. Gracias a todas por hacer realidad el sueño de tantos años.
Algunas no pudisteis venir: Mª Luisa, Mª
Carmen, Margarita, Tina, Inma… y muchas más. Espero que si repetimos el próximo
año podáis estar. Será mucho más especial.
Seguro que desde el Cielo
nuestras monjitas compartían esta alegría del reencuentro. Ellas influyeron
mucho para que seamos grandes mujeres protagonistas de nuestro tiempo.
“Santa Joaquina,
somos gente como
tú”
Rincón Cerezo Jaén 2.012 |
Gracias por tu relato y por mencionarme también a mi y a tantas que no pudimos estar.Pero mi corazón estuvo en aquella reunión.Nos veremos.Un fuerte abrazo
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