Hace 7 años que Chiara Lubich nos dejaba para llegar a la Casa del Padre. Hoy quiero especialmente agradecer a ella y a su Obra por todo lo que
me ha dado en la vida.
No tenía aun
los 15 años cumplidos, cuando en unos
ejercicios espirituales del colegio donde cursaba mis estudios en Jaén, un
sacerdote nos habló de Dios amor. De lo importante que era yo para Dios, de
todo lo que me había dado gratuitamente y cuanto me amaba a mí, ¡¡a mí, que era
una adolescente desastre!! Y además, que yo podía amar a cada persona viendo en
ella a Jesús, y así poder realizar Su mandamiento: “amaos como yo os he amado”. Quise conocer un poco más todo esto que
me proponía este sacerdote, y junto a unas compañeras conocimos a las gen.
Cuanto más me atraía esta forma de vida, más dificultades encontraba para poder
estar con ellas. Mi familia no entendía que necesitara estar en grupo para
vivir mi fe, prohibiéndome participar en grupos.
Pero aun así,
yo podía vivir la palabra de vida cada mes e incluso la compartía con mi
familia. Recuerdo que la primera fue: “Dios ama a quien da con alegría”. Ante
el asombro de mi familia, empecé a bajar la basura cada noche,. Ponía la mesa,
recogía, fregaba y encima lo hacía cantando, o mejor dicho: desafinando. Pero
lo mejor era la alegría que trataba de poner al hacer las cosas. En el colegio
pronto notaron el cambio, pase a ser la “repipi”
de la clase a ser la chispa alegre en cada momento. Desde que conocí las
propuestas de Chiara y como vivir el evangelio, decidí que todas mis payasadas
iban a ser por Jesús.
Unas
de las cosas que más me costó hacer, pero que, viendo a Chiara aprendí sin dudar, es a “escuchar”.
Estaba acostumbrada a hablar, a decir mis opiniones, mis ocurrencias, mis..
mis.. y de repente descubrí que para amar al hermano lo primero es dejarle
entrar en mi. Y para eso tenía que
olvidarme de todo y escucharle, escucharle sin pretender tener respuestas, solo
acoger sus palabras.
Por
diversos motivos, tardé algunos años en participar activamente en la Obra de
Chiara, pero nunca deje de escucharle, de leerle, de vivir como ella me iba
diciendo cada mes a través da la Palabra de Vida, de sus libros. Era un dialogo
intimo con ella que me acercaba cada vez más a Dios, al hermano, y me hacia
crecer espiritualmente. Cuando se presentó la ocasión, sentí que se me regalaba
algo muy especial: la oportunidad de vivir esta espiritualidad colectiva que
Chiara propone.
Siempre
recordaré cuando en el año 2002, los
ojos de Chiara se clavaron en mi saludándome como si fuera la única persona que
estaba frente a ella, y ¡éramos miles los
que aquel día estábamos en Leganés! ¡Gracias
Chiara!
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