El termómetro
sobrepasa los 34º en una tarde de finales de Julio. Suena el móvil y antes de
descolgar ya sé quién es, pienso: ¿Qué puede necesitar hoy? Es una llamada de
SOS, hay que buscar un sitio para acoger a Dani que tiene 11 años, durante una semana de Julio y todo el mes de agosto, de lunes a sábado, porque
su madre trabaja de interna.
Mis planes
familiares pasan por tener a mi hija pequeña en un campamento urbano los
primeros días de agosto, precisamente para poder organizar un viaje que tengo
que realizar después. Es imposible que Dani se quede en casa. Entonces comienzo
a realizar llamadas a varias amigas contando el caso. El whasapp también sirve
para dar el mensaje y buscar con otras amigas. Escribo varios mails contando
esta situación. Y recordándonos la
palabra de vida de este mes: «Os digo, además, que si dos de vosotros se
ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en
el cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos» (Mt 18, 19-20) nos ponemos a pedir juntas la solución. Fede desde su teléfono contacta con asistentes
sociales, con organizaciones… pero no hay resultado. Es muy tarde ya. También a
Elena con sus familias numerosas, por si alguien puede acoger a Dani. Tampoco
surte efecto.
Empiezo a
preocuparme, y una pregunta me ronda la cabeza, ¿estoy haciendo bien, realmente
no puedo acoger yo a Dani, aunque estropee mis planes? Doy el paso, y decido entonces que Dani
vendrá a casa con mi familia a pasar los primeros días de Agosto.
Es curioso,
justo cuando yo me olvido de mis planes, aparecen soluciones: una amiga de se
lo puede llevar a su casa, en familia, los primeros 15 días. Al poco rato, otra
llamada, es Rosario que comentando el
caso en la oficina, encuentra una compañera dispuesta a llevarse a Dani con su
familia a Galicia todo el mes de vacaciones.
Pienso que todo está solucionado, sólo falta encontrar alguien para dos
días de Julio, luego yo me lo llevo a casa unos días y todo agosto se irá a
tierras gallegas para disfrutar un buen veranito. Al salir de misa, acompaño a Marce a pasear. Y
de repente pienso, ¿y si le pregunto si puede tener a Dani esos dos días en
casa? Me toca vencer un poco la vergüenza, pero finalmente se lo pregunto. Me
mira muy resuelta y a pesar de todas las limitaciones físicas que tiene, me
dice: “eso lo puedo hacer yo sin
problemas, nadie manda en mi casa, estoy sola”.
Ilusionada llamo
a la madre de Dani para contárselo, y no está contenta. Si Dani se va un mes,
no puede verlo los domingos. Ella ha encontrado una persona desconocida que a
cambio de alojarse en su casa, y un salario, cuidaría de Dani todo el mes,
permitiéndole disfrutar de estar juntos madre e hijo los fines de semana. Yo no
entiendo, pero no es necesario. Tampoco es necesario que ella sepa mi esfuerzo,
todo lo que he organizado, lo que he montado con tantas personas buscando un
lugar para Dani, lo que importa es que hemos respondido a su SOS, aunque al
final ella sola ha resuelto el problema.
Fede, Elena,
Rosario, Marce, Fini, Carmen, Lourdes, Mercedes, Bety, Marisa, Esperanza y
muchas más han estado buscando, ofreciendo soluciones, rezando para encontrar
lo mejor para Dani, venciendo las trabas que contar esto podía suponer. No
importa que Dani no tenga nada de lo que le podemos ofrecer, lo importante es
que desinteresadamente, y por amor concreto a Dani y su madre, todas nos hemos
movilizado e involucrado, y no importa haber perdido tiempo en ello, ni perder
las soluciones encontradas, porque todas estamos contentas de haber podido
hacer esto por Dan sabiendo que “todo lo que hicisteis a estos pequeños, me
lo habéis hecho a mi” (Mt 25, 40)
La mamá de
Dani sabe ahora que tiene a más personas preocupadas por ellos. Que rezan para
que pueda llevar una vida familiar lo mejor posible. El verano sigue y Dani y
su mamá puede estar juntos los fines de
semana. Y el móvil puede sonar cualquier
otro día más.
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