Es el día del silencio.
Callan las campanas y los instrumentos. Se ensaya el aleluya, pero en
voz baja. Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está
despojado. El sagrario, abierto y vacío.
Cuando te asalte la soledad; cuando pienses que nadie te quiere; cuando a
tu sufrir parezcan ridículas las palabras de consuelo; cuando el
apretón de manos no te diga nada; cuando el dolor te golpee con su
absurdo; cuando no entiendas nada y corras el riesgo de enloquecer y
desesperar; cuando creas que Dios te ha abandonado y sientas la
tentación de la rebeldía... piensa en María, tu Madre,
Nuestra Señora de la Soledad.
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