Este año, más que nunca quiero desear Feliz Navidad a todos.
Quizás hay motivos para pensar que no son momentos para fiestas, para celebrar cotillones, ni nada por el estilo. Y es verdad. Por eso, precisamente es necesario desearnos Feliz Navidad, porque la Navidad nos recuerda que Dios se ha hecho hombre, sin majestuosidad y con mucha humildad. No necesitó más que un pesebre y el calor de una familia. ¡¡Y era Dios!! Seguramente sea un buen momento para descubrir la belleza de la Navidad, que no está en las luces de la ciudad, ni de los escaparates, ni en el perfume ese tan caro, ni en las cenas de empresa, ni siquiera en los buenos deseos que se envuelven en papel de regalo.
Probemos a pensar por un momento
en los personajes del Belén, en ese niño tan frágil que vino para llevar sobre su
espalda mis fallos, tus fallos, mis problemas, tus problemas… los de todos. Y al final seguro que dirás conmigo: ¡FELIZ
NAVIDAD!.
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